This Week's Story

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Los pacientes con cáncer en la década de 1800 se les dice tristemente, "Tu cáncer es contagioso".

This Week’s Story relives American history and the Bible through brief inspiring stories presented on mp3 audio recordings and text for reading.

¡Soy Contagioso!

"Usted puede tener cáncer", me dijo el doctor consideradamente.

"¡Oh, no, no! ¿Y si tengo cáncer? ¿Tendría que aguantar los medicamentos, radioterapia, quimioterapia, trasplante de médula ósea o medicina alternativa? ¿Moriré? ¿Qué acaso no leí la semana pasada que el cáncer es el asesino número dos en Estados Unidos? ¡Sí!".

Cuando salí de la oficina del doctor, me pregunté, "¿Qué tal si hubiera recibido el diagnóstico de cáncer en los años 1840?”

Las conversaciones sobre cáncer en esa época se hacían con temor. ¡Se creía que era contagioso! Curas eficaces eran desconocidas. Era horrible ser pobre y tener cáncer.

En Nueva York no se permitían personas con cáncer en el hospital. Como persona pobre, ¿Irías tu a un hospicio público? Ahí tendrías que estar con gente muriendo de cáncer, o confinados con enfermedades mentales o discapacidades.

Las condiciones eran patéticas con suciedad, mala alimentación, pacientes sin ser atendidos, personal sin capacitación y mucha

crueldad. Si tenías poquito dinero y alguien que te ayudara, podrías vivir en un edificio de apartamentos viejo como un vagabundo.

Rose Hawthorne fue una pionera en el cuidado de víctimas de cáncer. ¿Quién hubiera creído que ella pediría dinero para poder servir y ayudar a los necesitados?

Ella era la hija del célebre autor, Nathaniel Hawthorne, escritor de La Letra Escarlata. Su padre murió cuando ella tenía trece años y su madre unos años más tarde. Su primer y único hijo, murió a los cinco años. El marido de Rose fue alcohólico y emocionalmente inestable. Ambos, a los cuarenta años se convirtieron al catolicismo. Los problemas con su marido continuaron y la iglesia le permitió vivir sola.

Rose se dio cuenta de que las personas pobres con cáncer, generalmente no tenían quien los cuidara. Ella escribió, "un fuego se incendió en mi corazón, donde todavía arde". A los cuarenta y cinco años llevó un curso de enfermería en el Hospital del cáncer de Nueva York.

Visitó a personas con cáncer y empezó a invitarlos a su apartamento para ofrecerles su cuidado, amistad, y dignidad hasta que morían. Ella no aceptaba dinero de ellos. Sus amigos hacían contribuciones. Sus días eran usados curando llagas cancerosas, lavando sabanas, ropa; y preparando alimentos.

El esposo de Rose murió y seis años más tarde ella estaba dirigiendo los funcionarios del Socorro para el Cáncer Incurable. Los funcionarios eran hermanas católicas. La atención fue ampliada. Aunque Rose murió en 1926, hoy en día existen centros de su congregación en los Estados Unidos. Las mismas reglas básicas existen. No se cobra dinero a los pacientes, sus familias o el estado.

Rose creyó que la vida tiene valor, sin importar cuán débil, vulnerable e incluso repulsiva puede parecer. Su deseo era ver a Jesús en los ojos de los indefensos.

Soy Elena Gamez, narrando por Barbara Steiner recordando que la apariencia no es una medida precisa del valor. Por favor visite: thisweeksstory.com

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