This Week's Story

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Una multitud gritando convence funcionarios filipenses para vencer y encarcelar a Pablo y Silas.

This Week’s Story relives American history and the Bible through brief inspiring stories presented on mp3 audio recordings and text for reading.

Un Observador Silencioso,
parte uno

Me encontraba en una calle muy transitada en Filipos, Macedonia caminando junto a Pablo y Silas. Nuevos sonidos me rodeaban. ¡Carrosas, vagones, soldados romanos, y los vendedores que gritan desde sus puestos de comida! Yo no estaba acostumbrado al olor fuerte de estiércol de caballo en una carretera principal. Había una enorme selección de alimentos-muchos locales y extranjeros –diferentes clases de frijoles y chicharos, pan integral grueso, pan blanco fino, higos, dátiles y aceite de oliva procedente de África y España.

Deseaba poder parar y oler las muestras de especias y perfumes de la India, China y la Península Arábica. Había incluso una especie especial de Afganistán. Traté de escuchar la conversación intensa que Pablo y Silas mantenían. Oí decir a Silas,

"Pablo, sé que estás molesto por esta mujer joven y salvaje. Somos su objetivó todos los días cuando caminamos por la calle principal. Aquí somos visitantes; y ella avergüenza a las personas alejandolas de nosotros, especialmente cuando ella grita sobre nosotros".

"¡Estoy frustrado, Silas. Lo que la joven adivina dice es verdad, pero que forma tan miserable de ser introducidos! Escúchala. ¡Ahora!"

La joven esclava gritaba: "Estos hombres son siervos de Dios Altísimo, y han venido a decirles cómo ser salvos”.

Pablo se dio la vuelta, se enfrentó a la joven esclava, y ordenó: "Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella”.

Un cambio entró en el rostro de la mujer. La tensión y la confusión fueron reemplazadas con calma. Sus ojos parecían ver con más claridad. Miró a Pablo y sonrió tímidamente. Sus dueños se sorprendieron. La llevaron a un puesto de adivinas. Pablo y Silas observaban mientras se sentaba donde antes había ganado dinero por decirle a la gente sus fortunas. No sabía qué hacer ahora. ¡La fuente de ingresos de su amo había desaparecido y estaban furiosos!

Violentamente arrastraron a Pablo y a Silas hasta el centro con los funcionarios de la ciudad. Una curiosa multitud se reunió. Los amos de la chica esclava eran inteligentes. Ellos sabían que mentiras y acusaciones despertarían a los funcionarios y a la multitud.

"Estos hombres son Judíos y están molestando enormemente a nuestra ciudad. Ellos están enseñando a la gente nuevas costumbres, las cuales violan nuestras leyes Romanas. Somos una colonia Romana próspera e importante. Estos hombres quieren destruir nuestra cultura”.

La población se convirtió en una multitud de gritos y los funcionarios estaban convencidos de que Pablo y Silas tenían que ser castigados. Se ordenó "Despojen la ropa de estos dos Judíos. Golpéenlos con las varas y échenlos a la cárcel”. El carcelero fue instruido con dureza: "No dejes que estos hombres se escapen”.

El carcelero puso a Pablo y a Silas en la cárcel de máxima seguridad y encadeno sus pies en el cepo. Sus cuerpos lesionados escurrían con sangre a través de la suciedad y el sudor, y sus moretones se hincharon y palpitaban con dolor.

Otros prisioneros a su alrededor comenzaron a escuchar sonidos extraños. ¿Quiénes eran ellos... no maldiciones, gritos o llantos de tortura? ¿Qué estaba pasando? Los presos se quedaron muy callados. ¿Estaban los dos nuevos presos cantando? ¡Por supuesto que no! ¡Pero si! Ellos estaban cantando y orando a Dios. La alegría estaba en sus voces. ¿Por qué? ¿Quiénes eran estos hombres?

Pronto tendremos algunas respuestas después de que un terremoto sacuda violentamente los cimientos de la prisión. Las puertas de la prisión se abrirán volando; las cadenas de los prisioneros se aflojarán; y ningún preso se escapará.

Soy Elena Gamez con una historia de Barbara Steiner, de un observador silencioso, en el 67 DC.

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