This Week's Story

Los tiempos dificiles ayudaron a Squanto con una inusual mission para los peregrinos.

This Week’s Story relives American history and the Bible through brief inspiring stories presented on mp3 audio recordings and text for reading.

El salvador doblemente secuestrado, parte dos

Siguiendo la historia de la semana pasada a cerca de la visita de Samoset.

Samoset regresó, pero ¡no venía solo! Caminó dentro del monte del pueblo de Plymouth con el Jefe Massasoit, 60 (sesenta) guerreros indios y Squanto. Los peregrinos no estaban aterrorizados.

Ya habían resistido un horrible viaje en el océano y un terrible invierno, donde casi la mitad de sus gentes habían muerto. Solo quedaron 54 (cincuenta y cuatro). Pero en vez de estar amargados, estaban unidos.

La primavera se acercaba, pero los Peregrinos enfrentaron hambruna. Necesitaban desesperadamente de comida y habilidades para sobrevivir en esta nueva tierra. ¿Los visitantes les ayudarían? Y el Jefe Massasoit dio la bienvenida a los Peregrinos y los aceptó como amigos. Más tarde, realizaron un justo tratado de paz que duró cuarenta años.

Cuando Massasoit dejó Plymouth, Squanto se quedó. ¿Quién era?  ¡El es una historia curiosa! Cuando tenía 18 (dieciocho) años, vivió donde los Peregrinos vivían ahora. Fue secuestrado y llevado a Inglaterra. Ahí le enseñaron el idioma inglés, para que pudiera dar información sobre su propia tierra.

Squanto pasó nueve años en Inglaterra, adquiriendo muchas nuevas habilidades. Finalmente se le permitió regresar a su casa del otro lado del océano.

Increíblemente fue secuestrado por segunda vez por el capitán de un barco. El engañó a Squanto y a 19 (diecinueve) indios Pautexet, pretendiendo que quería negociar con ellos. Pero fueron capturados, puestos en cadenas de hierro, y después llevados a España. Cada uno fue vendido por $1,400.00 (mil cuatrocientos dólares). Squanto fue comprado y rescatado por curas, e introducido a la fe católica.

Pronto él dejó el monasterio católico de España. Desde Inglaterra, el encontró su camino a casa, cruzando el Océano Atlántico por cuarta vez. Ya habían pasado catorce años desde la primera vez que había sido capturado. Squanto deseaba estar con su tribu.

No quedaba nada de su gente. Donde sus amigos y familia habían vivido, ahora habían esqueletos y huesos. No había señales de matanza, o guerra—solo de enfermedad. En desesperación fue a una tribu vecina donde el Jefe Massasoit sintió lástima de él, y permitió que Squanto viviera en su tribu. Entonces Samoset hizo una visita sorpresa a los Peregrinos. El le dijo a Squanto cómo los Peregrinos eran como bebés lanzados al monte. No sabían nada sobre la tierra. Squanto sabía sobre sobrevivencia, especialmente en el territorio de su hogar. Pronto su misión era con los Peregrinos.

Su primera lección fue enseñarles a cazar anguilas gordas y resbalosas y prepararlas como dulce y deliciosa comida. Les enseñó a los hombres jóvenes como sacar anguilas del lodo con sus pies descalzos, y recogerlas con sus manos.

Pescar era una aventura. Squanto enseñó a los peregrinos a cazar venados al acecho, plantar calabazas, y elote hacer miel de maple, encontrar plantas para medicinas, y escoger buenas bayas. Aprendieron a ganar dinero atrapando castores y vendiendo sus pieles.

Un hermoso verano trajo una boda, comerciando con indios y una abundante cosecha. Los Peregrinos se sentían super agradecidos con Squanto, con Massasoit y su tribu, y ciertamente con Dios. El gobernador Bradford declaró un día de agradecimiento público, el cual celebramos hoy en día en los Estados Unidos todos los años en noviembre.

Ha sido un placer compartir con ustedes esta historia inspiradora de la historia Americana.

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